La grave situación político-social por la que atraviesa Colombia parece no tener punto final, debido a las peticiones que hacen los miembros del Comité de Paro a diario. Ya se perciben sus intenciones y esquemas para obtener su propósito desestabilizador.

Por: Leopoldo Portilla Mesa.

Son varios los encuentros que vienen sosteniendo los representantes del gobierno del presidente Iván Duque con los directivos del Comité Nacional del Paro y por lo aparentemente conocido en las últimas horas, se allana el camino hacía un posible acercamiento. Exigencias de ambas partes van y vienen. De parte del gobierno, se les pide que expresen de manera contundente su condena a los bloqueos, considerados como delito y al uso de la violencia en las manifestaciones. La voluntad es ofrecer garantías a ese derecho a todos los colombianos, los del paro, los de otros contextos y por supuesto para aquellos que no están de acuerdo y no participan de las hordas violentas, vandálicas y pirómanas que están destruyendo el país y causando la muerte de colombianos que no reciben los medicamentos necesarios para las enfermedades crónicas y terminales que padecen y el oxígeno tan necesario en estos momentos para atender a los pacientes del covid 19 que están falleciendo literalmente en sus casas y en las puertas de las clínicas por no tener acceso a las UCI. La acción de entorpecer el proceso de vacunación que no era el ideal por la lentitud con que se venía haciendo y por supuesto la cantidad de vacunados que el gobierno aspiraba a tener al final del presente mes de diez millones ya no lo puede cumplir. Seguramente las oficinas de Derechos Humanos de la OEA, ONU, UE, CIDH y demás organizaciones a nivel mundial y continental tomen en cuenta todos estos actos que se complementan también con tortura, violaciones y asesinatos de la turba. ¿Si las directivas del paro no tienen el control sobre estas personas, entonces quién? Así lo manifestó uno de esos sempiternos y seudo-comunistas directores sindicales al concluir la tercera reunión. Y sin embargo persisten en su discurso de satanizar a la fuerza pública como única responsable de lo que está ocurriendo y proponer su abandono total de las calles. Terminar con el bloque especializado del ESMAD. Lo que se puede colegir es que aprovechando la debilidad del gobierno, el presidente diga me voy y aparezca el ex guerrillero GP a sucederle en el cargo. -Grandiosa idea-. También lo que se percibe es que estos grupos están subvencionados. La aparición ahora de las madres de primera línea en la plazoleta de las Américas al sur occidente de Bogotá, con la supuesta excusa que entran en la defensa de sus hijos y de los participantes, brindándoles además refrigerios deja mucho que pensar. Todo esto es un esquema preconcebido al igual que ha sucedido en otros países de la región. Estamos en el día 25 de esta convulsión y las amenazas continúan con otras movilizaciones para los días 26 y 28 de mayo, si el ejecutivo no acepta los requerimientos.

El desprestigio que actualmente tiene Colombia en el exterior en el que se afirma que estamos bajo un sistema de represión  se lo debemos a algunos políticos que simpatizan y defienden las acciones violentas pertenecientes al Congreso de la República que han hecho viaje exprés a la capital norteamericana para ir a quejarse de manera  sesgada ante los representantes del senado integrantes de la Comisión de Derechos Humanos y los que seguramente no conocen a fondo y detalladamente lo que está pasando en nuestro país. Igualmente sucede con algunos medios de comunicación internacionales que hacen eco de la situación actual.

Con semejante indolencia y desprecio por la vida de los otros colombianos por parte de los integrantes y directivos de estas marchas que ahora se hacen llamar alternativos, las cosas buenas han dejado de ser patrimonio común, como la paz, libertad, civismo, derecho, espacio público, seguridad de la propiedad y vida familiar. Puesto que se carece de los medios para recuperarlas por cuenta propia, Colombia entera espera que el presidente cumpla con firmeza su juramento y devuelva la tranquilidad a los habitantes.