El diestro peruano en una superlativa presentación en la plaza de toros de la ciudad francesa de Dax salió en hombros de los aficionados por la puerta grande después de haber obtenido tres orejas (1-2) de los toros de Núñez del Cuvillo. Morante de la Puebla (palmas y vuelta al ruedo) y Pablo Aguado (ovación y silencio tras aviso).

Por: Leopoldo Portilla Mesa.

Roca Rey aplicando todas las condiciones de su bagaje a su tauromaquia aderezándolas con la quietud, aplomo y seguridad en el primero de su lote, logró gobernarlo y ofrecer una actuación de toreo por bajo que el de Núñez del Cuvillo no tuvo oportunidad de protestar. Lo sorprendió en un instante al levantarlo de la arena por fortuna sin consecuencias. La espada cayó arriba y en lugar indicado. Una oreja.

Lo superlativo de su presentación fue con su segundo, al que le entendió perfectamente y salió a flote todo su repertorio del toreo clásico, al que le incorporó el pellizco de arte y torería que hizo que el público se entregara anticipadamente. Una faena firmada como mandan los cánones le ameritó la concesión del doble premio.

Morante de la Puebla despertó muchas esperanzas en el comienzo del trasteo del 4º. Siempre con su toreo deja una estela de admiración, toreo de verdad, transparente, lento, sin fisuras en la faena, toreo que encanta, pero que desafortunadamente no fue bien rubricada, como tenía que ser. Todo quedó en una vuelta al ruedo.

Pablo Aguado  trató de dar ritmo siempre dentro de una faena donde primó la armonía y el buen gusto. Se pidió la oreja de modo tímido después de una estocada entera y tras no atender la demanda el presidente escuchó una ovación.

Cerró plaza un toro que resultó deslucido, porque tardeó en los cites y cuando cogió las telas embistió con genio y desgana. Aguado hizo un esfuerzo a sabiendas que no había agua en el pozo.