La sensibilidad mostrada interna y externa en los minutos que duró la construcción de una obra de arte realizada en el teatro de la verdad por el torero de Madrid Julián López “El Juli” percibió los estímulos de las veinti-tantas almas que le acompañaron en esa levitación pero un fallo con la tizona les hizo regresar al sitio terrenal, Las Ventas de Madrid.

Por: Leopoldo Portilla Mesa.

Todos quienes otrora enaltecieron e inmortalizaron con sus escritos -poetas, compositores, artistas de todo género- a la tauromaquia regresaron a la memoria de los aficionados que testificaron la grandiosidad de uno de los más grandes toreros de esta época moderna de nombre Julián López “El Juli” por su emocionante faena enmarcada entre la exquisitez y la belleza, realizada en la tarde de este miércoles -11M- en el Templo del Toreo, la plaza de toros de Las Ventas, ante un toro perteneciente a la ganadería de La Quinta corrido en 5º lugar de nombre Bellotero. Obra de -arte puro- que no pudo ser firmada como mandan los cánones. La intensidad y profundidad fueron sus pilares. Al concluir apareció el llanto, salido de lo más profundo de su ser, frustración, rabia, explosión que confirma que los toreros también son seres humanos. Hubiese sido la cumbre para el espada que una vez más esperaba el triunfo redondo para abrir la Puerta Grande del coso de la calle de Alcalá por la que varias veces ha salido en hombros de los aficionados considerados los más exigentes del planeta.

Completaron el cartel Morante de la Puebla y Pablo Aguado. Cartelazo que agotó la boletería.