En un tema tan delicado como es el de la prohibición de las corridas de toros, ponencia del Representante a la Cámara Juan Carlos Lozada, en la que se quiere extinguir el toro de lidia, se quiere eliminar innumerables puestos de trabajo formal e informal, se quiere atentar contra las estructuras y arquitectura de los cosos taurinos, se quiere clausurar una fuente de turismo enorme, se quiere clausurar las dehesas donde vive el toro bravo, es inconcebible que el propio ponente llegue una hora y trece minutos tarde a la audiencia pública programada desde las ocho de la mañana.

Que criterio se puede formar el señor Losada si no escucha los argumentos de quienes quiere avasallar sin informarse y sin formarse un concepto que realmente lo lleve a solicitarle a sus colegas congresistas que es definitivamente un proyecto que se debe votar por A, B o C y que es nocivo, dañino y perjudicial para la sociedad?

El fundamentalista Losada, como verdugo de la libertad de los taurinos, pareciera que no le interesan los argumentos de quienes viven de la actividad taurina, ufanándose de su investidura como congresista de manera irresponsable sin aceptar razones ni discernimiento, preocupado solamente por sacar adelante su proyecto prohibicionista que dejaría en la calle a miles y miles de familias a nivel nacional.

Es una pena que en épocas pretéritas el apellido Losada haya estado de boca en boca por las travesuras de Ricaurte, padre de Juan Carlos, quien fue Senador de la Republica y que tuvo problemas judiciales según se consigna en noticia del periódico EL TIEMPO del día 3 de junio de 1993; ojalá el Losada actual no vaya a padecer de las innumerables demandas que se le puedan venir encima por faltas como el derecho al trabajo y básicamente a las libertades a las que tenemos derecho y de la cual debemos gozar todos los ciudadanos colombianos de bien, además de desestimar lo consagrado en la ley 397 de 1997.