Sebastián Castella brilló en el Templo del Toreo. Faltaba ese golpe de autoridad para reconquistar el sitial dejado hace años. Como en sus mejores tiempos lidió el 4º de la tarde con la divisa de Jandilla al que le cortó las dos orejas. Premio que le abrió la Puerta Grande de la plaza de toros de Las Ventas. Manzanares ovacionado en el 2º y Pablo Aguado silencio en ambos. Agotado el papel en la novena de Feria.

Por: Leopoldo Portilla Mesa.

Sebastián Castella el torero francés volvió con espíritu, alma y talento al escenario más importante del mundo taurino. Reeditó sus triunfos ante la exigente afición de la tierra del Oso y el Madroño que cuando se trata de su plaza y de protagonistas del más alto nivel colma en su totalidad los tendidos del coso de la calle de Alcalá. Era el triunfo que necesitaba el torero galo para fortalecerse profesionalmente. Mismo que lo encumbra dentro de la élite para proporcionarle más gloria al toreo. Con el gran juego dado por -Rociero- nombre más taurino no se le podía encontrar a este ejemplar, serio, con morrillo, de buenas hechuras y cercano de cumplir los cinco años. Sebastián logró una faena maciza, de las de su talante, con dominio y poder, de mano baja y pases templados. No se inmutó con la presencia de -Eolo y Bóreas el griego- vientos que no estaban invitados pero tampoco querían perderse la faena del francés y el comportamiento de -Rociero de Jandilla-.  Naturales y derechazos con los que vibró la feligresía. Al unísono  el grito de olé retumbaba en la plaza y seguramente en el entorno. Torero y toro de raza brindaron un inolvidable espectáculo. Faena rematada como mandan los cánones… por arriba y hasta la empuñadura. Dos orejas y Puerta Grande. Con el que abrió plaza, incómodo, sin entrega y escaso de raza, el diestro extrajo muletazos de calidad. La espada cayó baja.

Sin acometividad y bravura el resto del encierro, no ofrecieron momentos para que el maestro alicantino Manzanares y Pablo Aguado optaran por algún premio.