FINAL DE “ALICIA TOMAS”
- 2254 Views
- admin_taurinos
- 3 febrero, 2021
- BlogTS
Actriz y torera catalana falleció en su natal Barcelona después de llegar al umbral de los ochenta años y dejar una huella de protagonismo en el cine, la televisión y en las revistas más importantes de la época. “Un trueno nazareno que vivió intensamente y no una sino muchas vidas”.
Por: Leopoldo Portilla Mesa.
Alicia Tomas fue la primera mujer torera que rompió el paradigma después de ser revocada la prohibición del Franquismo impuesta en 1962 que pesaba sobre el sexo femenino para vestirse de luces. Fue en 1974 cuando Alicia Tomas atendiendo un llamado de su afición y pasión por los toros heredada de su padre, decidió dar un paso adelante e incursionar en el arte taurino.
El periodista Joaquín Luna en su nota aparecida en el diario Vanguardia expresa lo siguiente: A los ochenta años y con entereza, ha muerto Alicia Tomás en su Barcelona, donde, todo carácter, desarrolló una carrera que hoy llamaríamos poliédrica (antaño, polifacética): bailarina, vedette, actriz de cine y televisión y la primera torera tras ser levantada en 1974 la prohibición que pesaba sobre las mujeres. Todo un trueno nazareno.
“De lo que más orgullosa se sentía era del baile, empezó estudiando baile español clásico pero la economía familiar apretaba…”, recuerda Pilar Marín, treinta años de vida en común y su esposa desde el 2010.
Alicia Tomás nació en 1940 y no en 1949 como asegura alguna biografía lo cual ayuda a comprender el esfuerzo, la lucha y las horas de trabajo para salir adelante. Años de penurias pero muy faranduleros. No pudo estudiar carrera y antes de los 18 ya actuaba como bailarina en algunos espectáculos del Paralelo. “Cursar años después la carrera de piano la hacía sentir orgullosa, tocaba de maravilla”, recuerda su pareja.
Si uno repasa la vida de Alicia Tomás hay de todo, con especial peso de la revista, género curioso que acogió a grandes artistas y les abrió las puertas al cine, la televisión o el teatro. Bendecida con unas piernas divinas, talentosa en el baile y muy currante figuró en las mejores revistas del Arnau y El Molino, donde legiones de espectadores la adoraban, la deseaban y la ovacionaban cada noche. Y no una vez al día sino dos porque doblaban funciones: el parné era el parné, los empresarios eran los empresarios y las subvenciones, inimaginable. «Mary Santpere fue una madre para ella», recuerda Pilar Marín.
Como tantas artistas de entonces, tocó muchos palos. Debutó en el cine con “Bahía de Palma” en 1962, siguió con “Carta a una mujer” en 1963 (protagonizada por la gran Emma Penella) y a la tercera ya rodó un éxito de taquilla, muy de la época: “Objetivo Bi-ki-ni”, con Gracia Morales y José Luis López Vázquez, con quien mantuvo buena amistad, al igual que con Arturo Fernández, coprotagonista de “El señorito y las seductoras” (otro de sus mejores amigos fue Miguel Gila, que residió en Barcelona). Comedias llamadas “escapistas” con actrices de buen ver y tramas entre delirantes y entrañables. Fue también portada de la revista “Interviú”, un símbolo de la transición que dinamitaba tabúes y mojigaterías.
Y hablando de romper tabúes, Alicia Tomás debutó en los ruedos en septiembre del 1974 nada más levantarse la prohibición. Se ganó algunas cicatrices y el respeto de las aficiones –el público del fútbol no era tan considerado con las futbolistas- aunque los carteles desprendieran ramalazos tópicos (debutó en Torreperogil, Jaén, en la corrida patronal en “homenaje a la bella mujer torreña”). Poca broma: se presentó en Madrid el 14 de septiembre de 1975. Y toreó temporadas después en plazas cumbres como Barcelona, Bilbao y Salamanca.
Alicia Tomás está ligada a TV3 y el circuito catalán de TVE por dos de sus series de los primeros y buenos tiempos: “Tot un senyor”, con José Sazatornil, y “Doctor Caparrós”, con Joan Capri, a quien ya conocía desde la película “En Baldiri de la costa”, rodada en catalán, allá por 1968 con guión de Muntañola. Sus últimos trabajos fueron doblajes. Llevaba tres años con achaques cardiacos y los ochenta años con el orgullo de haber llegado. “Un trueno nazareno, que vivió intensamente y no una sino muchas vidas”, recuerda Pilar Marín.