Las cien corridas de toros toreadas por el diestro Morante de La Puebla ha traspasado la línea de la trascendencia. Un virtuoso modélico del toreo cuya importancia decisiva en el futuro de la tauromaquia marcará el destino del pueblo aficionado o quizás de la humanidad que no dejará desaparecer y la defenderá ante la global hipocresía política.

Por: Leopoldo Portilla Mesa.

Nada es fácil en este mundo y mucho menos la profesión de torero. Un mundo convulsionado, superviviente de una pandemia y ahora enfrentando una crisis económica que dejará más pobres a los pobres en los países emergentes mientras las potencias soportaran el invierno más fuerte por el desamparo del cambio climático y la presupuestada guerra invasora de Rusia a Ucrania que les cortó el suministro de gas y petróleo. Pero afortunadamente suceden hechos que por días y horas hacen olvidar el sufrimiento y zozobra por la que navega el planeta. La propuesta hecha en el inicio del presente año por el espada Morante de la Puebla de alcanzar en este tiempo el centenar de corridas parecía ser inalcanzable. Su idea seria y comprometedora hizo que su responsabilidad lo llevara a direccionar el rumbo de la temporada europea 2022 y llevar su estilo depurado de toreo a las poblaciones que estaban huérfanas  desde hace mucho tiempo. Exigencia mental y física del profesional que desde su infancia avisó de sus excelsas cualidades. Veinticinco años han transcurrido desde su acceso al escalafón absoluto y este 30 de octubre con orgullo y mostrando la diferencia ante propios y extraños, corona la apuesta que lo encumbra como el mayor y mejor referente de esta época moderna. Ubrique municipio de tradición taurina participa de la gloria por haber sido la meta de la hazaña.

Existieran poetas, escritores, literatos, cantantes, pintores, escultores, aficionados a la fiesta de los toros como los de antaño, exaltarían en el mediato futuro la épica de un Señor torero… José Antonio Morante Camacho… “Morante de La Puebla” No aparecerá en los cantares del Mío Cid en España, ni de Roldan en Francia, ni Beowulf en Inglaterra, ni en el de los Nibelungos en Alemania, lastimosamente