En un escenario vacío como lo es LA PLAZA DE TOROS DE CAÑAVERALEJO, con voz chillona y aflautada y queriendo emular de manera mediocre a los profesionales del micrófono, el Alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina de manera despectiva, agresiva, intolerante, irrespetuosa e intimidatoria dijo textualmente: “Buenas tardes amigos y amigas, estamos en esta tarde de agosto acá en lo que fue la plaza de toros de Cañaveralejo. Los toros, adiós, en adelante la cultura, la alegría, el encuentro ciudadano, por eso los convoco a…”

No puede haber más irreverencia con una actividad legítima que lleva en tiempo de feria, incalculable número de puestos de trabajo y por consiguiente activación de la economía para muchas familias caleñas.

Es una pena que la capital vallecaucana esté sumida en la inseguridad con alta estadística de muertes violentas sin que su administración haya podido contrarrestar el flagelo; pululan por doquier elementos viciosos que atracan a plena luz del día; jibaros vendiendo sustancias sicoactivas en parques, destruyendo vidas y creando sinsabores en sus familias; políticas sin efectos para el drama vehicular en algunos sectores de la ciudad y así por el estilo una cantidad de ítems que su administración inepta no ha podido resolver.

Pero claro, el gran problema es el de los toros y su atención la centra en una actividad milenaria, legitima, amparada por la ley 916  de 2004 con el respaldo de innumerables sentencias favorables de la HONORABLE CORTE CONSTITUCIONAL.

Hay que recordar que Jorge Iván Ospina es hijo de Iván Marino Ospina, guerrillero fundador del movimiento 19 de abril, abatido por el ejército nacional el 28 de agosto de 1985.