Por: Néstor A. Giraldo Mejía

La tradicional corrida de Miura con la que se cierra el ciclo hispalense, dejó el grato recuerdo a los aficionados de ver a un torero como Pepe Moral alzarse con el triunfo al cortar una oreja de cada toro y estar a punto de salir por la puerta del príncipe cuando se le pidió con fuerza la segunda del quinto toro. En su mente estaba  triunfar apostando por su futuro en la difícil profesión de torero y a fe que lo consiguió nada más y nada menos que con los míticos Miuras. Faenas de paciencia, de mucho conocimiento y oficio, entendiendo las embestidas de cada uno de sus astados a los que enjaretó tandas de muletazos largas sobre ambas manos, aguantando los tornillazos y derrotes. No podía ser de otra manera para poder seguir con la ilusión y esperanza de que su nombre sea tenido en cuenta en ferias y plazas del mundo taurino. Desde las porta gayolas hasta las ejecuciones supremas, estuvo acertado, firme y decidido.  

Es de conocimiento general la disposición del diestro de Gerena, Manuel Escribano pero sus dos oponentes no se lo pusieron fácil, siendo los dos de su lote marrajos sin un solo pase. Lo intentó con el capote, esperando también al frente de la puerta de los sustos, cubrió el segundo tercio y ya con la flámula no bastó con los deseos y voluntad, silenciándose su labor tras aviso en ambos.

Esaú Fernández con la décima corrida que lidia con el hierro de la casa de Zahariche tuvo el triunfo en las manos en el tercero que fue un muy buen toro con calidad, rebozándose en la muleta que manejó de manera templada en tandas de tres y cuatro muletazos, abrochados con el de pecho. No hubo suerte con los aceros esfumándose la oreja y recibiendo la ovación. El cierraplaza no admitió ninguna posibilidad para el triunfo.